jueves, noviembre 16, 2006
Corría el año 1992 y habíamos ingresado a la Facultad de Ciencias (que en esos momentos quedaba en Tristán Narvaja esq. Uruguay, donde hoy es la Facultad de Psicología), sin bienvenida ni nada, sólo con unas palabras del entonces decano Mario Wschebor a las que nadie que yo conocía había ido a escuchar. La sorpresa fue tal, que más de uno de mi clase (incluyéndome) se tomo el primer teórico de Matemática I como una joda y no le dio ni 10 de pelota, pero en realidad esa era mi primera clase en facultad. En joda porque la clase era en un salón donde cabían 100 personas y éramos 200, no sé veía nada y aún menos se escuchaba, ya que cerca de allí suelen pasar unos COPSA’s que hacían un ruido ensordecedor, sumado al retumbe del piso de madera. De modo que una clase allí era medio un martirio tanto para el profesor como para los estudiantes. A esto hay que agregarle que cada tanto aparecía una gata, “la Tota” como solían llamarla, la que se te subía a tu regazo mientras escuchabas una divertida explicación de por qué una era continua o discontinua…Mientras estabas ahí entretenido (¿?) la Tota no pedía comida (aunque aceptaba si le dabas), solo esperaba de vos unos mimos para pasar la tarde. Para algunos era una compañía mientras aprendías, para otros era un entretenimiento mejor que las funciones continuas y unos pocos…bué no querían llenarse de pelos (queda claro mi trato hacia las gatas).
Debo aclarar que cuando mi generación entro a la Facultad de Ciencias, el centro de estudiantes casi no existía…o más bien no existía (por eso no tuvimos bienvenida y nadie nos explico nada, nos movimos solitos). Por Setiembre de ese año desde el parlamento se escucharon algunas voces para cobrar matrícula a los estudiantes universitarios y zaz…nos pusimos en movimiento, primero fueron unas asambleas, que a las 20.00 que a las 18.00, las mismas discusiones de siempre, hasta a fines de ese mes ocupamos la facultad. Un día había una marcha y teníamos que ir, pero ni bandera teníamos y menos aún logotipo que nos identificara, no es bueno que te confundan con Ciencias Económicas, sobre todo por que no sabés ni jota de inflación. Así que nos a pensar en algo que nos identificara como Centro de Estudiantes. Unos amigos Héctor y Natalia se encargarían de diseñarlo, pero a la hora de hacerlo no les surgía nada, es más pasaron una noche casi entera en una especie de laboratorio de Evolución (en aquella época todo era una especie, especie de salón de clase, especie de libro, etc) que nos lo habían prestado (no pregunten como…). Mientras pensaban y se decían cosas como: “mira, yo hago unos libros y a está…”, otros “un libro no, mira si piensan que los tocamos…” y cosas por el estilo. Pero de repente apareció la Tota y se subió a la mesada. Entonces Héctor (el creativo) dijo “má si, yo hago a la gata y chau, me estoy muriendo de sueño y me quiero ir a dormir” y allí la Tota se ofreció incondicionalmente (o condicionada por mimos y comida) a ser el emblema representativo del C-100. Héctor la dibujo con lápiz sobre una tela blanca (o algo que intentaba serlo, ya que fue usada como mantel en el almuerzo), y con el trabajo de varios compañeros se pinto con temperas la bandera del C-100. Mucho color y diseño escueto, es nuestro logotipo, nos representa y en ciertos casos nos define; una gata que no sé si existe aún pero que a algunos les marco (para bien o para mal) el pasaje por la facultad.

No hay Comentarios " "
Publicar un comentario